
Para no perder las buenas costumbres, Armando, Chema, Pili y yo fuimos a comer al restaurante chino de la calle Santa María. Fue uno de esos encuentros en los que todo el mundo tiene muchas cosas que contar, porque a todos nos habían pasado muchas cosas recientemente, y el contacto en los últimos tiempos no había sido muy fluido.


Estuvimos charlando de lo humano y lo divino, con la pesadrez del tiempo que se escapa siempre presente. La comida fue pausada, algo secundario, cuando la intención era resumir más de tres meses de vidas distintas en cuestión de dos horas. Para aprovechar mejor, alargamos el postre con café y chupito... Como de costumbre.
Y no volvimos a estar juntos los cuatro, porque nuestras vidas cada vez se separan más por el trabajo, las parejas, las distintas ciudades,...

Espero que en Junio volvamos a vernos, en esta ocasión también con Agurtzane, que la echo de menos un montón. En Navidades sólo pudimos hablar por teléfono, pero tenemos que hacer algo juntas, como sea. ¿Qué tal ese Camino de Santiago? Nos está esperando...