Saturday, January 07, 2006

El regreso: preámbulo.

Como todo buen regreso, mi vuelta a España estuvo repleta de sensaciones contradictorias.

Los últimos días que pasé en Hamburgo antes de Navidades estuve prácticamente de continuo en el piso de Andi. La noche del 18 aún no había empezado a preparar el equipaje y, la verdad, era síntoma de mis pocas ganas de regresar.

El fantástico día 19 de diciembre fue un auténtico desastre. Comencé la mañana sola, en mi piso recién estrenado y totalmente caótico, con la garganta seca y dolor de cabeza... ¿Qué hora es...? Mierda, las 6, me he dormido...
El despertador debía haber sonado a las 5, y seguramente lo hizo, pero en mi estado de agotamiento y tristeza moral, debí de apartarlo de mi vista de un manotazo. Así me fue...

Sin ducharme, sin haber dormido más que una hora, sin desayunar, sin peinar,..

Cogí un puñado de ropa y lo metí en la maleta, sin ningún control. Revisé lo importante: dinero, documentación, llaves, billetes... Ok, todo en orden.

Salí corriendo hacia la parada de metro, que nunca había estado tan lejos, y para colmo de mis males me tocó esperar 11 minutos allí al próximo tren. Nunca había tardado tanto.

Llegué a la Hauptbahnhof y sin aliento corrí hacia la estación de autobuses, ZOB... Mierda, mierda... El único autobús que comunica Hamburgo con el aeropuerto de Lübeck se había ido, sin mí, claro. Puntualidad alemana,... En España aún habría tenido una oportunidad, sólo llegué 5 minutos tarde...

No hay más buses, no hay trenes,..
.uhm, tendré que coger un taxi.

Aquí empieza la parte divertida de la historia: el taxista es inmigrante, por supuesto, islámico. No habla ni una palabra de inglés, y habla alemán con un acento... Le digo el destino y me comenta el precio: 100 euros. ¿Cómo...? ¡Cien euros! Como le caí bien me dijo que 90 euros era su precio especial. Yo no estaba preparada para aquello, y le pedí que me llevara a un cajero automático. Al menos estaba segura de tener dinero en la cuenta, porque acababa de recibir la beca y me sobraba. Pero como soy la MASTER OF DESASTER, los cajeros no tenían red, así que no podía sacar dinero. Volví al taxi desesperada y le dije al taxista lo que ocurría.

Busqué en mi cartera y tenía 50 euros y 25 libras, se lo mostré, le expliqué a cuanto está el cambio de la libra y lo aceptó. Merry Christmas!, me dijo el taxista islámico.

Ufff! ¡Menos mal!
Aún queda gente en el mundo dispuesta a perdonar estas cosas. Ya sé que le estaba pagando una pasta, pero cualquier otro no se hubiera complicado tanto la vida. Cuando me recuperé del susto de los 90 euros perdidos por 5 malditos minutos más de sueño, me relajé, dentro de lo que cabe.

Llegué al aeropuerto on time, gracias a las carreras desenfrenadas de mi querido taxista. Estaba tan agotada que ni siquiera pasé miedo cuando íbamos a 150 Km/h por una autopista congelada y con niebla.

En el aeropuerto todo fue muy rápido, o eso recuerdo. Un vuelo muy normal, sin sobresaltos, pero con niebla, nieve, viento, de todo, en el despegue.

Aterrizaje en Stansted, ¡pero coño, si hay sol en Londres!

Después de haber pasado dos meses en Hamburgo, el clima de Londres parece formidable, ironías de la vida...