Sunday, December 10, 2006

Vivir en Fachadolid


Ayer se celebró en el Polígono de la Mora de la Cistérniga un concierto "celtíbero", excusa para reunir a neonazis y fascistas, apenas un centenar de jóvenes descerebrados, como de costumbre.
A pesar de las advertencias, el concierto fue permitido y se celebró en una nave que había sido previamente precintada por la policía. La alarma producida por dicho concierto incitó a muchos bares "alternativos" a cerrar en la noche del sábado, para evitar disturbios. La presencia policial se multiplicó y al final no pasó nada, por suerte.


Por mi parte, yo tenía que trabajar, como de costumbre, y nuestro portero estuvo más pendiente que nunca, por si acaso. Ya tenemos bastante con que nos robe y nos amenace un marroquí alcohólico que merodea por nuestra zona, para que encima vinieron los nazis a molestar...

Como la noche estaba tranquila, después de trabajar Sonia y yo decidimos tomarnos una cervecilla rápida en algún bar, antes de irnos para casa. Fuimos al bar Gurú, al lado de la bocatería, el único que quedaba abierto por la zona. No es un bar que me guste, pero servía para tomar algo y desconectar antes de ir a casa. Parecía un sitio normal, con pijos y gente tonta, pero eso no es nada extraordinario (trabajando de cara al público uno se da cuenta de lo tonta que es la mayoría de la gente). De repente, la música pega un giro radical y empieza a sonar el himno de España. Los habituales del bar levantan los brazos y corean el himno con el pecho henchido y emoción en los ojos.

¡Oh, Dios mío! ¿Dónde nos hemos metido?

Sonia y yo disimulamos continuando con nuestra conversación como si lo que sucediera a nuestro alrededor fuera un espejismo. De pronto, el camarero se acerca a nosotras y nos dice en tono chistoso:
-Esto no lo comentéis fuera de aquí, jeje...

Mi respuesta natural fue:
-No, por supuesto que no, me daría vergüenza...

¡Grave error!

¿Cómo se me ocurre decir eso?

La respuesta natural del camarero fue:
-Pues si te da vergüenza, ya sabes a dónde no tienes que volver...

Inmediatamente, Sonia y yo nos fuimos, aunque antes tuve la tentación de tirar mi cerveza al suelo y que tuvieran que limpiarlo. No lo hice por instinto de conservación...

En fin, así es vivir en Fachadolid.