Wednesday, October 18, 2006

Aniversario



Al fijarme en la fecha de hoy me he dado cuenta de la velocidad del tiempo... un año ya. Hoy hace justo un año de mi llegada a Hamburgo.


Lo recuerdo perfectamente, como si fuera ayer mismo. El día 14 de octubre cogí mi vuelo en Valladolid, con lágrimas en los ojos y unos nervios matadores en mi estómago. Me acababa de despedir de mucha gente, de Luis (por aquel entonces, todavía me importaba algo ese personaje), de Rubio, Elena y Raúl (mis compañeros de piso que me acompañaron en los últimos meses de mi vida pucelana), de los amigos cachondos que nos rodeaban (Quiroga, Marga, Fran, Mo, Dani,...), de las viejas amistades (Sandra, Pili, Chema, Armando, Ángel, Agurtzane, Alfredo...), de las nuevas adquisiciones (Rubén), de algún que otro Lobo Estepario,... En fin, dejaba mucha gente atrás. Gente importante. Pero ahora, con perspectiva, veo que no estaba diciendo adiós a unas personas, o a una ciudad. Estaba diciendo adiós a una forma de vida, de entender las cosas. Estaba cortando con unos lazos emocionales que no volverían a ser los mismos. Es imposible. Mi sensibilidad ahora es otra.

Tras las primeras lágrimas llegó la emoción de pasar unos días en Londres con mi hermana, cosa que siempre me alegra. Lo pasamos bien y me sirvió de colchón para el segundo y definitivo viaje que me dejaría en Hamburgo. Pero ahí se acaba una historia y empieza otra...

Primer imprevisto: día 18 de octubre, son las seis de la mañana, estoy en el aeropuerto de Stansted, aparece un chico muy rubio en la puerta de embarque de mi vuelo y no puedo apartar la vista de él. Creo que tiene novia, me ha parecido ver a una chica, muy rubia también, pululando a su alrededor. Todavía mirar no es delito, así que sigo mirándole, porque él también me mira... y me sonríe, ¿está flirteando conmigo? Creo que sí... ¡Qué vergüenza! ¡Y yo con esta cara de sueño! Flirtear tampoco es delito, así que... continuemos.

Segundo imprevisto: después de un vuelo horrible he aterrizado en Lübeck. Tras una breve desorientación consigo encontrar el autobús que lleva a la estación de trenes de Hamburgo, pero... ¡el chico rubio está sentado a mi lado! Me mira y sonríe... Sí, realmente, está flirteando. La otra chica no ha vuelto a aparecer en escena, así que no es peligrosa. ¿Qué hago? ¿Digo algo? ¿En qué idioma? ¿Cómo empiezo una conversación con un desconocido sonriente? No, no, mejor sonrío y punto. ¿No me da vergüenza? Acabo de terminar una historia y ya estoy pensando en cómo empezar la siguiente. Pensándolo bien, no, no me da vergüenza. Pero no digo nada y sonrío.

Tercer imprevisto: llego a la Hauptbahnhof de Hamburgo. Me bajo del autobús, cojo mis maletas e intento orientarme. No se parece nada al plano que había visto. Miro en todas las direcciones buscando algo reconocible. ¡Qué vergüenza! El chico rubio se va, Bye bye, baby! Uff... What a pity! Con lo lanzada que soy para unas cosas y lo pava para otras. ¡Mierda! Bueno, yo a lo mío: a encontrar mi tren a la Universidad.

Cuarto imprevisto: cuando llego a la Universidad, la oficina que necesito está cerrada y no abre hasta mañana. ¡Mierda, mierda! ¿Y a quién le pido ayuda yo ahora? Me encuentro con otros estudiantes erasmus españoles que ya llevan más tiempo en Hamburgo. Me voy con ellos a comer a la Mensa. Con ellos está Nils, uno de los mentores que les ayudó a hacer el papeleo nada más llegar. Se ofrece a acompañarme al albergue juvenil donde voy a dormir temporalmente. Vamos al albergue, hago la inscripción, Nils se va y yo me instalo en mi cuarto, compartido con otras tres niñatas alemanas que me ponen histérica y dos japonesas muy majas, pero muy tímidas.

Quinto imprevisto: primera noche en Hamburgo, la paso sola, sentada en mi cuarto, escribiendo poemas para el Lobo y con la tentación de agarrar el móvil y no soltarlo hasta haber agotado los números de mi agenda.

Es curioso en quién piensa uno cuando está sólo y perdido. No me acordé de mi familia, ni del impertinente de mi ex. Me acordé de mi amigo espiritual, que siempre está conmigo,
aunque siempre estemos lejos, aunque a veces olvidados... Él siempre se acuerda de mí en los momentos más inesperados, como hoy; me ha llamado y hemos hablado largo y tendido, sólo sobre nosotros, sobre nuestras preocupaciones y nuestras esperanzas, como hacemos siempre.

También pensé en mi chico rubio, una lástima no haber entablado conversación para tener alguna pista de su paradero, algo que me ayudara a encontrarlo de nuevo, al menos un nombre... Yo aún no sabía lo importante que iba a ser para mí ese rubio guapísimo de mirada felina y sonrisa de niño bueno. En pocos días, el destino me sorprendería colocándonos a los dos en la misma universidad, en la misma carrera y comiendo en la Mensa justo a la misma hora. No se deben desaprovechar las segundas oportunidades y no lo hice. Y fue lo mejor que pude hacer.

Así hoy puedo celebrar que hace un año llegué a una ciudad preciosa y complicada, y que hace un año conocí por casualidad al rubio más importante de mi vida. Es bastante lo que hay que celebrar, además estando en vísperas de mi escapada turca, en busca de ese reencuentro tan esperado.

Hace un año que Hamburgo entró a formar parte en mi vida, y a pesar de llevar dos meses en España, aún siento que una parte de mí sigue allí, latente, hasta mi regreso.


ES GIBT KEIN WEG ZURÜCK