Wednesday, March 08, 2006

Fiesta en el Rotta Flora

Resulta curioso que haya publicado el post de Vida social justo entre la fiesta en casa de Uwe y la fiesta en el Rotta Flora. Esto se debe a que ambas fiestas son sucesos extraordinarios, fuera de la tónica general de mi vida en Hamburgo.

De hecho, la invitación a la fiesta en la discoteca Rotta Flora fue algo que surgió en la fiesta en casa de Uwe, promovido por Andi, ante su miedo a mi total aislamiento tras su marcha, y apoyado por la presencia de Cristina, hecho meramente temporal. Sin la conjunción de la visita de Cri y la ausencia de Andi, jamás habría asistido a una fiesta como ésta. Para empezar, no me doy por aludida cuando se comenta que se va a celebrar una fiesta, a no ser que se me invite personalmente. Según Andi, todos sus amigos dan por supuesto que me doy por invitada. Debo de ser más reservada de lo que yo pensaba...

Puesto que Cri y yo habíamos comenzado con muy buen pie en nuestras alianzas y un cierto sentimiento de obligación me llevaba a satisfacer la propuesta de Andi, para evitarle preocupaciones, accedí a acompañar a Cri y Anke a la fiesta.

Nos encontramos en la parada de metro de
Sternschanze, un barrio tomado por okupas y los grupos de la izquierda más radical de Hamburgo. Sonaba interesante.

Para empezar a calentar motores yo había llevado unas cervezas en la mochila. Allí NO ESTÁ PROHIBIDO BEBER POR LA CALLE, así que las abrimos a puñetazos en la parada de metro (aún tengo las marcas en la mano), delante de los de seguridad, sin problemas. Como Anke habla español y Cristina itañol, el idioma de la velada fue el mío. En inglés no nos entendemos. Dicen que la cabeza sólo tiene espacio para la lengua materna y un idioma extranjero, así que ambas han olvidado lo que sabían de inglés. Quizás eso explica por qué no aprendo alemán, pero si tengo que elegir, el inglés me parece más práctico sin lugar a dudas.

Anke nos llevó a un bar de un amigo suyo llamado Der Dschungel, la jungla
. Para ser una jungla aquello era el lugar más tranquilo del mundo. Mantuvimos unas conversaciones muy interesantes, sobre la visibilidad ideológica de la gente en función de su aspecto, por ejemplo. A Cri le gusta la homogeneidad de Hamburgo, en la que no sabes exactamente las ideas de la persona que tienes enfrente. A mí me desconcierta, puesto que en Valladolid, prejuicios aparte, es relativamente sencillo dilucidar quién es conservador y quién progresista, a grandes rasgos. Según Anke, en Hamburgo también es sencillo para ella, pero en España le resulta imposible, así que llegamos a la conclusión de que era una cuestión de costumbre. La visibilidad depende de tu bagaje cultural.

Tras esto, nos dirigimos al Rotta Flora. Aquello era un antro considerable, peor que las peñas de mi pueblo. Un caserío o almacén abandonado, a saber, reconvertido sin ninguna reforma previa en una discoteca alternativa. Las paredes se caían, el suelo se movía sospechosamente y del techo de estructura de madera y bloques de hormigón prefabricado colgaban telarañas naturales de tamaño suficiente para cazar un elefante. Yo me sentía como en el vídeo
de la canción Lullaby de The Cure, preguntándome en qué momento aparecería la araña gigante para darse un festín.

La música era electro-hip hop, vamos, mi estilo favorito. En las paredes podía leerse el lema de la fiesta:


ELEKTRO RESISTANCE


Teóricamente, muchos de los presentes en la fiesta de Uwe iban a aparecer por el Rotta Flora. En la práctica, después de lo que habían bebido la noche anterior, todos se encontraban indispuestos. Excepto Michi. Era natural que Michi apareciera, tenía que hacerlo.

Estuvimos bailando aquella música como pudimos. Ante el panorama de gente arrítmica, yo me movía sin ningún complejo, cosa que en España no hubiera sucedido, fuera de mi medio natural, la música metal.

Un negrazo de dos por dos se puso a bailar a mi espalda. Le seguí la tontería tan sólo unos segundos y se marchó, razonablemente convencido de que no tenía nada que hacer.

Todo era normal, la fiesta estaba en su mejor momento, hasta que ocurrió algo que me cortó el rollo totalmente. El tiarrón de dos por dos volvió, pero esta vez probó suerte con Anke. No sé exactamente lo que sucedió, a pesar de que lo vi en mis narices, a medio metro, pero de repente Anke se dio la vuelta y empezó a increpar violentamente al tipo. Comenzó una pelea surrealista, entre un armario empotrado, negro, inmigrante y fuera de su cultura, y una alemana de mi tamaño, comunista y feminista radical, con pinta de entender, todo sea dicho. Todo fue muy rápido, pero mi reacción natural fue separar a Anke de aquel tipo, antes de que algo más serio pasara. Agarré a Anke por la cintura e intenté contenerla, pero estaba fuera de sí, lanzando puñetazos a diestro y siniestro. Se dio la vuelta y me amenazó si no la soltaba. Acto seguido la solté. Ale, bonita, rómpete los piños si te apetece.- pensé. Otros sujetaron al chico y no sé si le echaron de la discoteca. Anke me dijo que aquí tocar a alguien (contacto físico, no me refiero a abuso) no está permitido, que puede que en España seamos distintos, pero que aquí no se puede tocar. Y se refería incluso a cuando la agarré por la cintura para impedir que se partiera la cara con un tiazo.

En fin, mi opinión sincera sobre lo que ocurrió es que Anke entiende bastante, y es feminista radical hasta tal punto que no puede consentir que la observen como presa. Me atrevería a jurar que no hubo más contacto entre el tipo y Anke que el que hubo entre él y yo unos minutos antes, es decir, nada grave, algo que se acaba diciendo, oye tío, que no.

La noche no volvió a ser como era, aunque Anke y yo volvimos a hablar normalmente cuando se serenó y le pedí perdón. A los pocos minutos ella y Cris decidían irse a casa, dejando a Michi solo y borrachillo, así que me quedé con él, bailando electro-hip hop y riéndome mucho.

Así tuve la oportunidad de hablar más con Michi y conocerle más. Confirmé lo que pensaba, es un tío muy majo y muy interesante. Entiendo a Cris perfectamente...