Saturday, November 11, 2006

Travel to Turkey_5


Part fiveth: Kizilay and Ulus.



Andi's flat




Cuando llegamos a casa estábamos realmente cansados. Cumplimos con lo planeado y cenamos como animales porque durante todo el día sólo habíamos podido picar algo en el tren. Pudimos preparar una pasta a la italiana y unos zumitos de naranja para reponer fuerzas. Pero lo que necesitábamos era dormir y estirar los huesos.

A la mañana siguiente me levanté como una rosa, pero Andi estaba destrozado. Le dejé durmiendo en lo que yo preparaba el café para el desayuno y daba una vuelta para inspeccionar el piso.

Mi primera impresión fue un poco chocante. El piso no es pequeño, no es feo, pero es viejo y está desordenado y un poco sucio, a pesar de que Andi se había esforzado por limpiarlo y dejarlo todo listo para mi visita. No me quiero imaginar cómo estará el piso normalmente, cuando viven cuatro chicos erasmus sin tiempo ni ganas para las tareas del hogar.

Eso sí, también tenía ciertas cualidades positivas: era muy muy luminoso, con habitaciones espaciosas y mucha personalidad. Me gustaba la puerta del salón que comunicaba con el "estudio-habitación de invitados". Me recordó a mis tiempos en los apartamentos de la universidad, los Cardenal Mendoza. Creo que cuando ví esa puerta y las grandes ventanas a la calle, decidí que aquél sería mi rincón de la casa, en el que me iba a sentir más cómoda.

Creo que con un poco de tiempo, una buena limpieza, alguna mano de pintura y una reorganización de los muebles yo podría darle un toque más acogedor. Pero, evidentemente, no es el caso, así que me mordí la lengua un par de veces para no decirle a Andi que aquello era un desastre.

Cuando Andi me enseñó su dormitorio, no me pude morder la lengua más fuerte. No es que la habitación estuviera fatal, es que me desagrada bastante la idea de compartir dormitorio con alguien que no sea mi pareja o mis hermanas. Estoy acostumbrada a mi dormitorio en casa de mis padres, que tiene tres camitas, tres armarios, tres mesillas, tres estanterías, para las tres "niñas".

También sé lo que es compartir cuarto con la pareja, que más de una vez ha sido motivo de hastío. Pero es que Andi comparte cuarto con Lele, no sólo cuarto, comparten cama de matrimonio. No es una solución temporal, es algo permanente mientras dure su beca y vivan juntos.

Lo siento, pero yo me negué a dormir en la misma cama en la que suelen tener Lele y Andi su "nidito de amor". A ver, no me negué rotundamente, pero habiendo en el piso otro dormitorio denominado "de invitados" prefería instalarme allí. Ademas, estaba más ordenado y era más luminoso. Claro que... el orden sólo duró unos instantes.
Por cierto, algo negativo del viaje han sido las picaduras de
mosquitos. Me levanté acribillada por picaduras de esos pequeños vampiros.

En fin, el resto de la casa seguía siendo en la misma línea. La cocina era muy rara. Había unos cuantos detalles que em llamaron mucho la atención, por ejemplo, la posición del radiador en lo alto de la habitación. Para no llevar a engaño explicaré que los techos del piso eran más altos de lo normal, puede que 3 metros de altura libre, más o menos. Así que el dichoso radiador estaba en una posición inalcanzable y un bastante ridícula.
Lo que era propiamente la cocina, no era más que unos fogones colocados sobre una mesa. Por cierto, no sé que tipo de gas se usa allí, pero las bombonas son distintas y siempre huelen un poco a gas. Las fugas y explosiones son bastante corrientes por todo el país, y no me refiero a los
atentados.

Hablando de corriente: tienen agua corriente, por supuesto, pero con unos cuantos problemillas que hacen la vida diaria más "entretenida". La cocina y los lavabos no tienen agua caliente. Para lavar los platos hay que calentar una olla y fregar en un barreño, porque la pila del fregadero tampoco tiene tapón. Ni los sumideros ni colectores funcionan muy allá, y este no es problema del piso de Andi, es un problema de todo el país. El inodoro no se traga el papel higiénico, nunca. Y no me atrevo a llamarlo "inodoro" porque suele ser bastante pestilente. En el caso del piso de Andi, la solución que usábamos era tener un cubo extra al lado del retrete, el cual llenábamos de agua en el lavabo y usábamos a la vez que la cisterna para ayudar a ésta a tener suficiente presión. No me parecía mala solución. Me pareció mucho mejor solución cuando ví que en las casa particulares, en los restaurantes y cafés, en el aeropuerto, etc. la solución era echar el papel a la papelera. Y eso es cuando tienes suerte, porque lo más habitual en los servicios públicos es que no encuentres taza del water, sino placa turca, también para chicas. Lo siento, pero fa veramente schifo.

Lo mejor del piso de Andi ha sido la ducha. La ducha no era un plato de ducha, ni una manguera en una bañera. Era una habitación, toda la habitación. Con suelo húmedo y un gran sumidero, uno tenía la libertad para ducharse sin límite de espacio. La verdad es que al principio me pareció muy muy cutre, pero enseguida le sacamos mucho provecho a la situación. Entre otras cosas que no voy a contar, nos sirvió como lavadero para la ropa, porque tampoco tienen lavadora, por supuesto que no. Fue toda una experiencia lavar la ropa juntos en un súper barreño, revolviéndola con las manos y salpicándolo todo. Fue como retroceder medio siglo o más (al menos no tuvimos que ir con un cántaro al río), en cierta manera, me recordó las historias de mis padres de los tiempos de posguerra, quizá un poco menos malo.

La casa de Andi, Lele, Pietro y Matze también tiene otro dormitorio, que es el que comparten Pietro y Matze, muy similar al de Andi y Lele, pero que no fotografié por respetar su intimidad, especialmente en su ausencia, ya que se encontraban haciendo un viaje por el este del país, dígase el Kurdistán, la tierra del Tigris y el Éufrates, la cuna de la civilización, el paraíso perdido, etc.

Para completar, el piso posee tres o cuatro terracitas, con tejadito y pilares de madera, que podían ser muy cucas, si no fuera por las malditas palomas que han ocupado los aleros y que se encargan de decorar todas las terrazas con sus asquerosas cagaditas. Ni siquiera pude salir. Aquello era territorio minado. ¡Qué asco me dan las palomas! ¡Prohibido tirarles miguitas de pan!

En fin, una de las ventajas del piso es su localización. No es céntrico, todo lo contrario. Pero está a cinco minutos de la Universidad.

Detrás de estos edificios empieza el campus, que es enorme. Ya lo explicaré más adelante.