

Cuando llegué a Villanubla sólo pensaba en recoger el equipaje y hacerle tragar sus mendos a la pava, a ver si así dejaba de decir tonterías, pero lo que presencié mereció la pena. Crimen y castigo: ¿que eres una niñata tonta que vas de guay y de o sea por la vida? Pues tu madre

JAJAJAJA, NO PUDO SER MEJOR. Mi paciencia y sufrimiento fueron premiados con este momento de vergüenza ajena. Y no quiero ser mala, pero es que la niño de las pelotas...
A partir de ahí empezó lo bueno, porque mi querida Ele había ido a recogerme y esperaba con santa paciencia en la cafetería mientras yo me libraba de la madre de la pava, que se deshacía en abrazos y gracias por la ayuda prestada a su hija.
Me imagino que el careto que yo portaba tras las aventuras vividas en las 12 horas previas sería peor que un cromo de boxeo.


Allí estuve de nue


Entre unas cosas y otras, unas risas por aquí, un chocolatito por allá, se me hizo tarde, y perdí el tren que quería coger. Llamé a mi casa para avisar, pero no había nadie. Llamé al móvil de mi madre, y no me lo cogió. Mal asunto, se me va a caer el pelo...
Raúl me llevó en coche hasta Medina del Campo, aprovechando que el tenía que irse a Coca para trabajar. Así pudimos hablar de tú a tú y contarnos las penas, en aquel momento la soledad y la dificultad de adaptación a los cambios.
Cuando llegué mis padres estaban histéricos, no tuvieron ni una sola palabra agradable y sí muchas en un poco poco cordial. Todo se acabó al llegar a casa. Comí, hasta hartarme, y dormí, cómo no, en el sofá, para no perder las malas costumbres.

En ese momento soñé en algún idioma, no sé en cual, porque mi madre me despertó diciéndome que estaba en España. ¡Ah, sí...! Hogar, dulce hogar... Perdona que no me levante...
Y cual hurón, me hice un ovillo en el calorcito del brasero, pensando lo lejos que estaba del calor humano que a mí me gustaba...