Sunday, January 08, 2006

El regreso: primer capítulo.

En el aeropuerto de Londres me tocó devolver la buena acción del día. Si el taxista me había demostrado un cierto grado de confianza, yo hice un acto de fe cuando escuché a una chabala con pinta de o sea, qué pija y qué pava soy lamenterse por lo pesado de su equipaje. Pobrecilla- pensé- con lo mal que lo pasé yo cuando me tocó sacar tres kilos de la maleta para no pagar el sobrepeso... A esta chica le sobran más de cinco kilos,...no a ella, a su equipaje, quiero decir... Así voluntariamente me ofrecí a cederle mi espacio vacío en la maleta. Como no había tenido tiempo de meter nada, nada había dentro, y prácticamente toda la maleta se llenó con sus cosas. Por supuesto, esto es algo que está terminantemente prohibido, porque nunca se sabe lo que te pueden meter,... en la maleta. Pero esta chiquilla tenía pinta de ser una pavi-sosa de Palencia, de pueblo para más señas, que se había ido a Londres a estudiar inglés y volvía con los aires de soy la más guay. Con esa descripción, no sé cómo me dio por hacerle el favor precisamente a ella, pero eso demuestra mi completo estado catatónico, en el que ni sentía ni padecía. No acabó allí la cosa, sino que el chico que estaba a nuestro lado comenzó a darnos consejos. Me encantan los listos, sabéis a que me refiero, ¿no? Esta gente que con mucha seguridad te dice: sí, yo hablo perfecto inglés, porque llevo tres años trabajando de camarero en Inglaterra... Aunque se les olvida comentar que trabajan en una cafetería española o italiana, y que tienen un acento castizo que tira de espaldas. Pues uno de esos nos deleitó con su compañía y su conversación durante el viaje. Y lo peor es que la chica del sobrepeso (en la maleta) hacía muy buenas migas con él. Ya está -pensé- un roto para un descosido. Así no estropean dos casas, como decía el sabio de mi bisabuelo. En fin...

C
uando llegué a Villanubla sólo pensaba en recoger el equipaje y hacerle tragar sus mendos a la pava, a ver si así dejaba de decir tont
erías, pero lo que presencié mereció la pena. Crimen y castigo: ¿que eres una niñata tonta que vas de guay y de o sea por la vida? Pues tu madre sin ningún sentido del ridículo y una enorme pancarta acompañada de los paletos de tus tíos van a recibirte al aeropuerto. Y te quedas con una cara de ¡ah, qué horror, no os conozco! ¡Mamá, por favor, baja la pancarta!

JAJAJAJA, NO PUDO SER MEJOR. Mi paciencia y sufrimiento fueron premiados con este momento de vergüenza ajena. Y no quiero ser mala, pero es que la niño de las pelotas...

A partir de ahí empezó lo bueno, porque mi querid
a Ele había ido a recogerme y esperaba con santa paciencia en la cafetería mientras yo me libraba de la madre de la pava, que se deshacía en abrazos y gracias por la ayuda prestada a su hija.

Me imagino que el careto que yo portaba tras las aventuras vividas en las 12 horas previas sería peor que un cromo de boxeo. Además tuve momento desahogo vomitando en cuestión de pocos minutos un cúmulo de malas experiencias vividas en los dos meses anteriores. A la pobre Elena le debí de asutar mucho, porque se empeñó en cuidarme y mimarme, y en que me quedara a dormir esa noche en casa, para descansar un poco y charlar más antes de volver a casa de mis padres. Evidentemente, conociendo a mis padres, aquello era impensable. Vamos hombre, lo que tienes que hacer es venirte a casa corriendo, directamente, y no moverte más, para descansar y recuperarte y comer bien, que a saber lo que comerás allí en Alemania...

Allí estuve de nue
vo, en Tirso de Molina, con las risas de siempre y el mismo buen rollo de siempre, a pesar de las malas noticias (el padre de Rubio ingresado). Conocí al nuevo inquilino sorpresa de la casa: el hurón de Mo. No recuerdo su nombre, así que no puedo presentarlo, pero si hay que elegir un nombre típico de mascota, yo lo llamaría Inquieto, porque no es capaz de estarse quieto ni tranquilo, a no ser que le des mucho mucho calor humano y le gustes. Por cierto, creo que me dio alergia o que algo se me metió en el ojo, porque empezó a irritárseme el párpado y al día siguiente lo tenía como una morcilla. ¡Genial, lo que me faltaba pal duro...!

Entre unas cosas y otras, u
nas risas por aquí, un chocolatito por allá, se me hizo tarde, y perdí el tren que quería coger. Llamé a mi casa para avisar, pero no había nadie. Llamé al móvil de mi madre, y no me lo cogió. Mal asunto, se me va a caer el pelo...

Raúl me llevó en coche hasta Medina del Campo, aprovechando que el tenía que irse a Coca para trabajar. Así pudimos hablar de tú a tú y contarnos las penas, en aquel momento la soledad y la dificultad de adaptación a los cambios.

Cuando llegué mis padres estaban histéricos, no tuvieron ni una sola palabra agradable y sí muchas en un poco poco cordial. Todo se acabó al llegar a casa. Comí, hasta hartarme, y dormí, cómo no, en el sofá, para no perder las malas costumbres.


En ese momento soñé en algún idioma, no sé en cual, porque mi madre me despertó diciéndome que estaba en España. ¡Ah, sí...! Hogar, dulce hogar... Perdona que no me levante...

Y cual hurón, me hice un ovillo en el calorcito del brasero, pensando lo lejos que estaba del calor humano que a mí me gustaba...


Saturday, January 07, 2006

El regreso: preámbulo.

Como todo buen regreso, mi vuelta a España estuvo repleta de sensaciones contradictorias.

Los últimos días que pasé en Hamburgo antes de Navidades estuve prácticamente de continuo en el piso de Andi. La noche del 18 aún no había empezado a preparar el equipaje y, la verdad, era síntoma de mis pocas ganas de regresar.

El fantástico día 19 de diciembre fue un auténtico desastre. Comencé la mañana sola, en mi piso recién estrenado y totalmente caótico, con la garganta seca y dolor de cabeza... ¿Qué hora es...? Mierda, las 6, me he dormido...
El despertador debía haber sonado a las 5, y seguramente lo hizo, pero en mi estado de agotamiento y tristeza moral, debí de apartarlo de mi vista de un manotazo. Así me fue...

Sin ducharme, sin haber dormido más que una hora, sin desayunar, sin peinar,..

Cogí un puñado de ropa y lo metí en la maleta, sin ningún control. Revisé lo importante: dinero, documentación, llaves, billetes... Ok, todo en orden.

Salí corriendo hacia la parada de metro, que nunca había estado tan lejos, y para colmo de mis males me tocó esperar 11 minutos allí al próximo tren. Nunca había tardado tanto.

Llegué a la Hauptbahnhof y sin aliento corrí hacia la estación de autobuses, ZOB... Mierda, mierda... El único autobús que comunica Hamburgo con el aeropuerto de Lübeck se había ido, sin mí, claro. Puntualidad alemana,... En España aún habría tenido una oportunidad, sólo llegué 5 minutos tarde...

No hay más buses, no hay trenes,..
.uhm, tendré que coger un taxi.

Aquí empieza la parte divertida de la historia: el taxista es inmigrante, por supuesto, islámico. No habla ni una palabra de inglés, y habla alemán con un acento... Le digo el destino y me comenta el precio: 100 euros. ¿Cómo...? ¡Cien euros! Como le caí bien me dijo que 90 euros era su precio especial. Yo no estaba preparada para aquello, y le pedí que me llevara a un cajero automático. Al menos estaba segura de tener dinero en la cuenta, porque acababa de recibir la beca y me sobraba. Pero como soy la MASTER OF DESASTER, los cajeros no tenían red, así que no podía sacar dinero. Volví al taxi desesperada y le dije al taxista lo que ocurría.

Busqué en mi cartera y tenía 50 euros y 25 libras, se lo mostré, le expliqué a cuanto está el cambio de la libra y lo aceptó. Merry Christmas!, me dijo el taxista islámico.

Ufff! ¡Menos mal!
Aún queda gente en el mundo dispuesta a perdonar estas cosas. Ya sé que le estaba pagando una pasta, pero cualquier otro no se hubiera complicado tanto la vida. Cuando me recuperé del susto de los 90 euros perdidos por 5 malditos minutos más de sueño, me relajé, dentro de lo que cabe.

Llegué al aeropuerto on time, gracias a las carreras desenfrenadas de mi querido taxista. Estaba tan agotada que ni siquiera pasé miedo cuando íbamos a 150 Km/h por una autopista congelada y con niebla.

En el aeropuerto todo fue muy rápido, o eso recuerdo. Un vuelo muy normal, sin sobresaltos, pero con niebla, nieve, viento, de todo, en el despegue.

Aterrizaje en Stansted, ¡pero coño, si hay sol en Londres!

Después de haber pasado dos meses en Hamburgo, el clima de Londres parece formidable, ironías de la vida...


Sunday, December 18, 2005

Dos meses después...

Hoy hace exactamente dos meses que llegué a Hamburgo y es mi último día aquí antes de Navidades.

Mañana tengo el vuelo de vuelta a casa. No me hace especial ilusión, porque estos dos meses se me han pasado volando y tengo la sensación de que una pausa de tres semanas no me hace ningún bien en estos momentos. Cuando empiezas a coger el ritmo de vida tienes que regresar y se olvidan algunos de los progresos hechos.

Por otra parte, la vuelta a casa significa un choque con la realidad. Reaparecen los problemas que la distancia ocultaba y algunos asuntos sin resolver vuelven a cobrar importancia. La vida es más real y las preocupaciones más palpables. Todo cobra forma, se materializa y se vuelve más pesado (ahora entiendo más que nunca las sensaciones de La insoportable levedad del ser, el contraste entre los momentos de ligereza y libertad, en los que el cuerpo flota aun a riesgo de aterrizar de forma brusca, y los momentos de agobio y pesadez en que la vida real se hace densa y se mastica en el aire, pero se mantienen los pies en el suelo).

Tras este momento de divagación (perdonadme, son dos meses sin demasiada comunicación verbal), me despido por vacaciones, ya que el blog deja de tener sentido cuando estoy en persona para poder contar lo que me pasa por la cabeza.

Saturday, December 03, 2005

Feliz en la ignorancia...

Siempre se ha dicho que a veces es mejor no preguntar,... lo malo es que la gente pregunta. Y qué preguntas!

Cuando eres extranjero pero de un país que todo el mundo "conoce", como es Espagna, a todo el mundo le invade una repentina curiosidad por saber cosas "típicas" sobre tu país, o lo que es aún peor, todos pretenden demostrar lo mucho que saben sobre la cultura y el modo de vida espagnoles. Ya se sabe, una semanita en Lloret de Mar como viaje de fin de curso proporciona la cultura suficiente para escribir una tesis doctoral sobre el modus vivendi del macho espagnol.

Indagando en las conversaciones con mis compagneros de Universidad, he llegado a hacerme una idea aproximada de la imagen que Espagna proyecta en el extranjero. La conclusión es muy triste, es alarmante. El conocimiento es... prácticamente nulo. Para empezar, la cultura general sobre Espagna es más que escasa. Desde escuchar cosas como que Espagna es un desierto plano, uniforme y sin altitud alguna sobre el nivel del mar, rodeado de costas paradisíacas, hasta tener que soportar comentarios sobre los espagnoles y nuestras ropas de cuero pegadas al cuerpo a pesar del calor, nuestras famosas enchiladas, primas de la paella, por supuesto, y nuestra continua convivencia con el ganado vacuno, bravo, cómo no, similar al toro de Osborno..., ya he tenido suficiente disgusto para una temporada. El cacao mental es semejante al de Misión Imposible (creo que II): "curiosa forma de honrar a su Dios, quemando santos", con esa mezcla entre las fallas valencianas y las procesiones andaluzas de semana santa. No nos engagnemos, Spain is different, queramos o no, y no va a ser fácil conseguir que se nos vea como un país europeo "civilizado". De momento, sólo somos un buen destino turístico, sólo por el buen tiempo y por El Prado, y la cuna de artistas como Picasso o Gaudí.

-Cuántas ciudades espagnolas conoces?
- Madrid, Barcelona, Sevilla..., Valencia,......, Bilbao..........?

(Yo ya he renunciado a dar explicaciones de dónde está Valladolid.)

-De dónde eres?
-De cerca de Madrid.

Wednesday, November 30, 2005

No es como en las pelis...


No sé si he comentado antes que vivo en un piso sin lavadora y que, por tanto, tengo que frecuentar la lavandería de vez en cuando. Es algo bastante habitual aquí, los pisos de alquiler amueblados no siempre incluyen todos los electrodomésticos. La lavadora se considera prescindible, no me digas por qué...

Después de varias experiencias, he llegado a una conclusión, por otra parte totalmente lógica: las lavanderías no son como en las pelis...
Atención al antro que tengo que utilizar para lavar mi ropa, a veces dudo de si se lava o sale más sucia que al principio...

En las películas americanas este tipo de locales siempre aparecen como lugares de encuentro, de nacimiento de una amistad como fruto de la casualidad, de punto de contacto para los vecinos que no se conocen. No sé si yo he tenido mala suerte o mi caso es el más normal. La lavandería que tengo cerca de casa, en la calle paralela a la mía, siempre está vacía. La gente deja su ropa allí y se va. Nadie se queda esperando mientras lee el periódico o escucha música, nadie habla con nadie a no ser que tu máquina no funcione.

Teniendo en cuenta el barrio en el que vivo, barrio de inmigrantes y pobres, de gente que está de paso y de ancianos que llevan allí toda su vida, desde antes de que los nazis convirtieran Harburg en un barrio más de Hamburg, es fácil imaginar que no es el lugar idílico para hacer amistad con extraños y ciertamente la gente es aún más cerrada que en el centro, porque hay más desconfianza.


Por otra parte, yo he empezado a hacer lo mismo: dejo allí mi ropa, me subo a casa a cenar y vuelvo a por ella. El lavado tarda 30 minutos, el centrigugado tarda 10 minutos y la secadora tarda otros 15 minutos; en total suelo perder algo más de una hora a la semana y me viene costando (3´50 lavar + 0´20 suavizante + 0´60 centrifugar + 0´60 secar) unos cinco euros. No está mal por algo que normalmente das por supuesto.

Además, el primer día que tuve que usar las máquinas fue muy divertido. No entendía ni una sola palabra de las instrucciones de uso, así que hice caso a mi intuición (al método prueba-error) hasta que conseguí que aquello reaccionara.

¡Y yo que esperaba que apareciera un tiazo como el de "40 días y 40 noches" que me ayudara a meter mis trapos en aquella descomunal secadora industrial...!

Definitivamente, nada que ver con las películas...


Friday, November 25, 2005

Aún más frío...




Cada vez hace más frío en esta ciudad. Hoy nada más levantarme lo primero que he visto ha sido una ráfaga de viento y nieve que golpeaba los cristales de mis ventanas.
No podía creérmelo. Ayer no hacía tan malo... En las imágenes muestro lo que se ve desde cada una de las ventanas de mi cuarto.

No es la primera vez que nieva en Hamburgo desde que estoy aquí. La semana pasada, justo antes de que viniera mi hermana, el tiempo empeoró mucho. El miércoles nevó, pero no cuajó. Sólo fue un aviso de que el invierno estaba llegando. Durante todo el fin de semana las temperaturas fueron muy bajas, especialmente para dar la bienvenida a mi hermana, que ya se ha acostumbrado al clima húmedo y templado de Londres. Sobre la visita de mi hermana escribiré otro post con un montón de fotos sobre la ciudad. Hicimos un buen recorrido a pesar del frío.

Al salir de mi habitación he notado un aire gélido que venía del resto de la casa. Sólo tenemos radiadores en los dormitorios. Cualquiera se ducha...- he pensado. Pero al menos debajo del agua a 40 grados no se está tan mal. He subido la temperatura del agua dos grados, cuando se supone que la temperatura de confort es de 38 grados. Mi cuarto de baño parece una sauna... Aprovecho la ocasión para mostraros el resto de la casa, porque anteriormente sólo he subido fotos de mi habitación.

He sido muy valiente y no sólo me he duchado, sino que me he atrevido a pisar la cocina para prepararme el desayuno; increíble, ¿verdad?. No es ninguna broma, el suelo está helado y sale vaho de mi boca...

Desde la ventana de mi cocina tengo probablemente las vistas más bonitas, el interior de la manzana con algunos edificios nuevos que tienen muy buena pinta. Puede que en la fotografía no se aprecie porque entre los barrotes no se consigue mejor ángulo.

La cocina es pequeñita, pero suficiente. Por los comentarios que he recibido sobre mi habitación, sospecho que mi cámara hace que los espacios interiores parezcan más amplios. Todo en mi piso es tamaño miniatura. Mi compañero, Marc, que es bastante alto, tiene que agacharse para entrar en las habitaciones...

Después de un desayuno bien caliente, me he abrigado bien, con doble capa de cada una de las prendas, y me he dispuesto a ir a la Universidad andando, para poder contemplar el barrio envuelto en hielo y nieve. No he encontrado ningún paisaje digno de ser mostrado, Harburg no es un lugar especialmente bonito. Son 20 minutos de paseo, suficientes para perder algún dedo del pie, o la puntita de la nariz. Puede que no me viniera mal...

Si lo paso mal en Hamburgo, ¿cuál puede ser mi próximo destino? Está claro, próximo destino Moscú...

Thursday, November 24, 2005

Los primeros días en Hamburgo

Me resulta gracioso recordar cómo fue mi llegada a esta ciudad, hace ya más de un mes. En aquellos días me encontraba sola, perdida, incomunicada, como un pez fuera del agua. Diversas preocupaciones me rondaban la cabeza, algunas de las cuales continúan existiendo, pero en ese momento estaban más presentes que nunca. Por otra parte, tenía motivos para preocuparme: acababa de llegar a una ciudad desconocida, sin alojamiento, sin mucho dinero, sin nadie a quien preguntar. Recuerdo perfectamente cuál fue mi sensación al bajar del autobús que me traía del aeropuerto y encontrarme en medio de la estación de autobuses de Hamburgo (ZOB), desorientada y lastrada por un equipaje infernal. Lo primero que pensé fue: esto no se parece a las fotos y los planos que he consultado. Efectivamente, los gráficos que aparecen en la web del aeropuerto o de la universidad son meramente orientativos o, más bien, desorientadores, nada que ver con la realidad, están fuera de escala.
Además, en ciudades tan grandes como Hamburgo, y en general en todas las ciudades alemanas donde el transporte ferroviario es tan importante, la estación de tren es un edificio inmenso, con una vitalidad extraordinaria y con un ir y venir de gente que desorienta bastante. Siguiendo las indicaciones de los carteles encontré sin mucho problema la línea de metro que me llevaba a la Universidad y me presenté allí con mi maleta y mi cara de llevar viajando desde las tres de la mañana.
Para encontrar los edificios del campus, me perdí. Sí, me perdí, igual que me he perdido ya varias veces cada vez que he intento conocer una zona nueva de la ciudad. Para poder justificar mis retrasos (ya he desistido, soy impuntual por naturaleza) he aprendido las diversas formas del verbo perder (no pueden usar el mismo verbo, claro, son alemanes y lo tienen que hacer sencillito para gente como yo), verpassen, verlieren, (sich)verlaufen. Para los interesados, ya les explicaré la diferencia según el contexto. Cuando me encontré, fui directamente a secretaría para resolver mis papeles, pero estaba cerrada. Sólo pude encontrar a un grupo de españoles que hacían cola para un viaje a Berlín subvencionado por la Uni. Fui a comer con ellos y en pocos minutos pensé, mejor sola que mal acompañada. Algunos de ellos son realmente simpáticos, pero en solitario. Como colectivo, el grupo de españolitos o en su defecto mejicanos, no me interesan. El punto positivo fue que al menos conocí un menthor alemán que me acompañó hasta el albergue juvenil. No me dejó sola hasta que los papeles estuvieron terminados y la llave de la habitación estaba en mi mano. Estas fotos tan coloridas son de la habitación del albergue en el que pasé dos largos días. Como se puede apreciar, aquello era un caos. Yo me sentía limpia y ordenada en comparación con mis compañeras. La habitación era demasiado pequeña para alojar a tres alemanas histéricas (niñas pijas que celebraban el cumpleaños de una de ellas, 18 años, ¡qué tierno!), dos turistas japonesas (que no se enteraban de nada, pero que eran muy educadas y amables) y una servidora (me ahorro los comentarios, ya me conocéis). Espero poder hablar algún día sobre las dos japonesas, porque surgió la amistad rápidamente, aunque sabíamos que nuestra convivencia era algo fugaz.

Durante aquellos dos días me limité a ir a la Universidad a resolver papeleo y a dar pequeños paseos por los alrededores del albergue. La verdad es que había
escogido el mejor situado, justo al lado del centro de la ciudad, en el barrio que se llama St. Pauli. Es el antiguo barrio chino, pegando al puerto y abarrotado de clubs nocturnos para marineros solitarios. Actualmente, es el barrio húmedo de la ciudad, plagado de bares y discotecas, especialmente a lo largo de la calle llamada Reeperbahn, algunos de los cuales prestan además otra clase de servicios (striptease y algo más). Me recuerda considerablemente al ambiente que se respira en el Barrio Rojo de Amsterdam, a excepción de los coffeshops, claro. Del mismo modo, no son zonas por donde se pueda caminar sola, de noche, sin entender nada y con cara de perdida. No es peligroso, pero hay que conocerse algunos rincones oscuros por los que es mejor no pasar. Conociendo el percal de lo que me reodeaba, que suena interesante, pero no para salir sola a la aventura, preferí permanecer en el albergue, a la espera de mejores tiempos. Me conformé con disfrutar de las espléndidas vistas del puerto de St. Pauli al atardecer, un paisaje perfecto para empaparse de la esencia portuaria de la ciudad.




Friday, November 18, 2005

De andar por casa...


Fotos de mi habitacion, dentro de un mes me mudo a otra...
Aunque no es gran cosa, ha acabado gustandome. Es lo mejor que se podia encontrar en dos dias.

















Tambien quiero que veais la diferencia entre una habitacion ordenada (vida tranquila) y una habitacion-taller caotico, fruto de las prisas y el estrés producido por las malditas entregas...

Mil palabras sobre Londres

Tras haber solucionado algunas "dudas" técnicas (de nuevo gracias a Ángel) he encontrado la forma de publicar mis fotografías y satisfacer así las peticiones que me veníais haciendo.

Como sabéis, antes de venir a Hamburgo tuve la oportunidad de pasar cuatro días en Londres con mi hermana. Las tres veces que he estado en esa ciudad ha sido como escala para alguna ciudad alemana, qué curioso...

Aproveché para sacar fotos con mi nueva cámara, especialmente de noche, ya que en las anteriores ocasiones tenía que conformarme con fotos diurnas y postales nocturnas. Estas imágenes se corresponden con el paseo que dimos el último día, lunes 17 de Octubre, hace hoy exactamente un mes. Fuimos al sitio favorito de mi hermana: the Tower of London, y paseamos por los alrededores del Tower Bridge. La vista es realmente preciosa...

Además, por primera vez pude presenciar Saint
Paul sin las molestias de los andamios y las redes de las obras de restauración. La verdad es que es un edificio formidable y mucha gente se va de la ciudad sin
haberlo visto. Sorprendente fue lo que nos pasó en el autobús camino de la catedral. No sabíamos qué parada nos venía mejor para llegar sin caminar mucho, y le preguntamos al conductor. Cuál fue nuestra sorpresa cuando dijo que no sabía qué era Saint Paul ni dónde estaba. Si la pregunta la hubiera hecho yo con mi inglés de pacotilla, hubiera pensado que no me había entendido por culpa de mi mala pronunciación. Pero fue mi hermana
la que se dirigió al conductor, dudo mucho que no la entendiera...
En mis anteriores viajes tuve ocasión de visitar la Tate Gallery, la Tate Modern, el Victoria and Albert Museum, el
British Museum y la
Soane´s House Museum. No está mal, pero me faltaba una visita obligada: la National Gallery. No quería que nos diéramos un empacho a ver cuadros, así que seleccionamos las salas que queríamos ver por orden cronológico inverso. Sólo vimos las vanguardias y algo del siglo XIX, lo que dice mucho sobre nuestro poco aguante...

Ideas subyacentes: lo que se oculta tras un comportamiento.


Justo antes de venirme a Alemania pasé unos días en casa de mis padres y tuve uno de esos momentos de normalidad ficticia. Mi intención era poder explicarles cuáles eran mis planes para el viaje y los auténticos motivos que me llevaban a realizarlo, pero en lugar de eso mi madre me pidió que le ayudara a elegir un libro del catálogo de Círculo de Lectores. Era muy importante, muy urgente, porque tenía que hacer el pedido ya y no había tenido tiempo para elegir. Mi madre me estaba haciendo un favor, es un privilegio elegir el libro del mes. Como buena hija que intento ser, estudié profundamente el dichoso catálogo (aprovecho para decir que Círculo de Lectores ha perdido todo criterio de calidad: los libros buenos son muy caros y el resto es basura comercial, pero más cara que en las librerías), encontrando sólo un par de libros que tenían buena pinta y presentaban buena relación calidad/precio. Uno era de poesía, escrito por una mujer, creo que era rusa, y el otro era un ensayo sobre los valores fundamentales de la moderna sociedad alemana. Está claro cuál podía interesarme a mí..., sólo costaba 14 euros y me pareció el momento adecuado para agenciarme un libro interesante y que lo pagara mi madre. Sin mucha convicción, me preguntó de qué trataba. En la breve reseña que aparecía bajo la foto de la portada pude leer cómo el autor relacionaba la cultura del deporte, la preocupación por una dieta sana (muchas veces vegetariana), la obsesión por los temas ecológicos y el reciclaje, la eficacia en el trabajo, la puntualidad -¡ya estamos otra vez!- con algunas de los principios impuestos por el nazismo. A mí me parecía un tema apasionante, pero a mi madre no le gusta que me interese por temas políticos tan controvertidos... y no me compró el libro. Con la cabeza que tengo, tampoco recuerdo el título ni el autor...

Quiero saber si las cualidades de esta sociedad que tanto me fascinan provienen una ideología nazi, si son los retazos de una sociedad que eligió a Hitler democráticamente, o si, por el contrario, son características propias del país y que el nazismo tomó como elementos diferenciadores de la raza aria y, por tanto, discriminadores del resto.

Por cierto, he estado leyendo algunos argumentos nazis sobre la superioridad de la raza aria que se merecen un post. Próximamente...