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Un paseo diurno puede mostrar mejor las maravillas arquitectónicas que encierra esta ciudad tan denostada.
La formidable portada de Las Cadenas de San Gregorio, en continua restauración, no tiene nada que envidiarle a la fachada de la Universidad de Salamanca. En mi opinión, le da mil vueltas a la fachada de San Pablo, la cual es considerada mayoritariamente como la maravilla de Valladolid. Personalmente, no me gusta. Me quedo con ésta.
Con un poco de perspectiva, apenas se aprecia el cartón-piedra que tapa las obras de restauración y que trata de imitar la verdadera visión de la portada. Siempre me he preguntado por qué hay dibujada una mujer con una bolsa de El Corte Inglés, ¿publicidad pagada o un artista de cachondeo?
Una de las características urbanas que más echaba de menos en Hamburgo era la existencia de soportales y patios, especialmente de soportales. Es una gozada poder pasear por una ciudad que esconde un antiguo palacio en cada esquina. 

También echaba de menos nuestros enfoscados rojos, nuestras columnas de granito y nuestras estructuras de viguetas de madera con enyesado. Una maravilla constructiva, un placer visual.
Otra de las bellezas de la ciudad es San Benito. La gente suele fijarse en lo blanquita que está la piedra, en lo limpio y ordenado de su entorno y en la amplitud de la plaza que lo precede y que permite una amplia visión del pórtico de entrada. Pero a mí San Benito me gusta por lo que tiene de histórico y de original. Es un Iglesia adosada a un edificio público que anteriormente fue convento. Pero en su origen se trataba de la fortaleza originaria de la ciudad. San Benito era un castillo a orillas del río Pisuerga que servía de broche a la muralla medieval de la ciudad, de la que apenas podemos encontrar unos pequeños restos.
























Volver a la ciudad que me ha acogido en los últimos cinco años de mi vida fue una sensación agradable:
la sensación de estar en casa. Yo adoro Valladolid desde el principio y, en contra de la mayoría de las opiniones, me parece una ciudad bonita e interesante. Puedo entender que en una región como Castilla y León, en la que encontramos tres de las once ciudades Patrimonio de la Humanidad de España (Salamanca, Ávila y Segovia), Valladolid puede resultar un aborto urbano, perfectamente reflejado en su desmembrada catedral.
Cierto es que con las desafortunadas actuaciones que ha padecido, Valladolid no es ni la sombra de lo que fue, ya se sabe, continúa mirando con nostalgia el breve período en que fue capital der reino, y aquellos maravillosos años en que era cuna de nobles y reyes, con tal cantidad de majestuosidad, que llegó a ser considerada la Siena española, ocupando un lugar preferente en la lista de ciudades más bellas del mundo.
Aquellos tiempos pasaron, y de qué manera, y la falta de amor por su propia villa, hizo que los pucelanos no apreciaran el tesoro que tenían en sus manos, y lo maltrataran hasta prácticamente acabar con él.
Pero eso hace de ella una ciudad que invita a la investigación. La belleza de sus calles y el recuerdo de su historia no es algo tan evidente como en otros lugares. Requiere una mirada sensible, entrenada quizás, que localice los puntos álgidos del patrimonio que esconde entre los monstruos del desarrollismo.
También encontramos nuevos intentos de reimpulsar la ciudad, con mayor o menor acierto, eso es muy discutible, tan discutible como el precio que se paga por tener el alcalde que se tiene. Los fondos europeos destinados a desarrollo regional han ido a parar al embellecimiento de unas pocas calles de la ciudad e irán a parar al soterramiento del ferrocarril, si es que éste llega a producirse, cosa que dudo dado los plazos de que se dispone.
El ayuntamiento recauda sus fondos de la recalificación de terrenos y de la subasta de suelo público al mejor postor. La ciudad sufre una plaga
de nuevos aparcamientos subterráneos, incluso en zonas nada recomendables como la Plaza de Portugalete, vendidos como la panacea al problema de falta de plazas de aparcamiento en las calles, pero promovidos por los altos ingresos que se obtienen de ellos, a cambio de un mínimo coste y de muy buena propaganda electoral. Entre tanto, distraen la atención de la gente con restauraciones de "la fachada más bonita de Valladolid", perdonen si lo pongo en duda, y con sucesivas reformas de la Plaza Zorrilla, sobre todo de su fuente, que actualmente puede confundirse perfectamente con una piscina que rodea un semáforo, debido a su colorido.
Debe de ser que el señor alcalde quiere tener enfrente de sus balcones una versión cutre de la Fuente Mágica de Montjuic que Barcelona exhibe desde la exposición universal de 1929. Sinceramente, señor alcalde, nuestra fuente no da la talla.
Nos peatonalizan las calles al mismo tiempo que nos prohiben estar en ellas, con ese control desmedido contra el "botellón", y esas continuas redadas "anti-droga" que acosan a
los pobres jóvenes en la Plaza de Cantarranas. Y yo simpre me pregunto por qué sitiar esa plaza, en busca de unos cuantos porros, cuando es en otros lugares donde se produce el verdadero tráfico de drogas; y por qué acosar a los jóvenes sólo allí, como si en las zonas de la Plaza de Coca o de San Miguel la gente fuera más civilizada, más bien al contrario; será que los jóvenes de izquierdas no tienen valores y emanan rebeldía, mientras que los niños de papá son unos santos, ya se sabe, porque van a misa los domingos llevando un polo de Lacoste y la raya al lado bien marcada en el pelo. En fin, eso es otro tema que se merece otra reflexión en otro momento.
Pero no podemos criticar a la ciudad por estos problemas. De hecho, Valladolid no es un caso único, ni el más grave, más bien sigue la tónica general del país, según la cual los ayuntamientos hacen y deshacen a su antojo, o más bien al antojo de sus amiguetes constructores, peces gordos que se llenan los bolsillos mientras juegan al monopoli con la ciudad en que vivimos. Y nosotros asistimos al espectáculo, atónitos, sin saber como parar aquello, sin saber si quiera si nos conviene pararlo.
Al margen de las calamidades que nuestros políticos realicen, yo seguiré disfrutando de los rincones escondidos de la ciudad, generalmente olvidados y muy poco valorados.
Por favor, que sigan así, olvidados. Así no tendrán la tentación de "renovarlos". Cada vez que tocan algo es para joderlo, y el mejor ejemplo está en las sucesivas reformas del sistema educativo. ¡Que reformen San Miguel, que buena falta le hace! Total, ya es una de las plazas con peor gusto y menos criterio de la ciudad. Casi seguro que una reforma sería a para mejor. ¿Pero qué digo? ¡Si es preciosa! ¡Mira que árbol de Navidad más bonito nos ha regalado el Hotel Olid Meliá! ¿No te gusta? ¿Por qué? ¡Ay, Señor! ¡Qué falta de espíritu navideño...!
Sinceramente, en estas últimas Navidades pasé más tiempo en Valladolid que en Madrigal.
Aqui estamos en el piso de Tirso de Molina, de charla de chicas, las tres marias.
Por fin una Mahou, que nose diga, con la de cervazas alemanas que me he bebido y sigo prefiriendo el producto interior bruto.

Echaba de menos mis bares favoritos, El Testa, El Zero, Asklepios, asi que nos hicimos una ruta por todos ellos. Pero primero fuimos a recoger a Dani a su bar, La Casa Pedro.
Como estabamos solos, era como estar en casa, aunque para mi gusto gastamios demasiado tiempo alli. A mi ya me apetecia salir...
Por suerte, a todos nos gustan mas o menos los mismos sitios, asi que no hubo discusiones para elegir los destinos, cosa que se agradece.
La verdad es que me lo pase muy bien, y me dejaron elegir a mi los sitios, por eso de ser la invitada y esas cosas, que majos!
Aqui pongo una foto de la decoracion de la entrada del bar, la verdad es que por dentro parece una tasca de Paraiso...
El mejor momento para mi fue en el Zero Cafe, con muy buena musica, muy en mi ambiente, me desmelene y me puse a bailar como una loca...
Despues nos fuimos a Asklepios, pero no se por que, estaba muerto. Nunca lo habia visto tan vacio, tan muerto. Sera el efecto de las Navidades...

Al final, acabamos solos Raul y yo, haciendo el idiota en lapista de baile. No quedaba mas remedio, o nos animabamos solos, o no habia nada mejor que hacer...
Mi pueblo se llama Madrigal de las Altas Torres. Un nombre precioso y rimbombante para un lugar insignificante...

Una isla. Eso somos. ¿Una isla o una balsa? Un círculo perfecto diseñado para flotar en los mares de cereal y polvo, en la inmensidad de la meseta. De día el sol nos guía. Por la noche las estrellas nos orientan, como siempre han hecho con los marinos...

Al recordar mi pueblo se me viene a la boca un intenso sabor a tierra, tierra seca por el sol y el viento, tierra vieja. Y de repente el mundo se divide en dos: cielo y tierra. Y en medio el aire, que no es nada, se resume en una línea: el horizonte.

¡Qué distintas se ven las cosas desde la distancia...! ¿De verdad? En cierto sentido sí. La distancia no enfría los rencores y sí engrandece los recuerdos. No supone una mayor objetividad, sino más bien la amplificación de lo vivido. Suele producir un sentimiento de pérdida, de soledad, de carencia de lo propio. A mi no me sucede eso con mi pueblo. La distancia no infunde en mí ningún sentimiento de nostalgia ni de morriña. Pero tampoco me permite tener un punto de vista elevado desde el que observar los hechos de forma objetiva, olvidando el pasado.

Madrigal..., ese pueblo perdido en la meseta castellana, congelado en la historia y olvidado en el presente. Su constitución, su forma, su fisionomía, siempre me han provocado emoción y en cierta manera orgullo. Sus gentes, sus anécdotas, sus costumbres, siempre ajenas a mí, madrigaleña de cepa, avergonzantes para cualquier persona con sentido común. ¡Cómo vivir en un conjunto histórico artístico formidable, rodeada de la zafiedad y violencia de unas costumbres tan medievales como los muros que lo encierran!


Como no tengo nada bueno que contar sobre Madrigal, ni ganas de despotricar contra él me quedan, tomaré el poético nombre de mi pueblo como ejemplo, y dejaré su descripción en palabras de Unamuno y a la imaginación de cada cual.


Ruinas perdidas en campo
que lecho de mar fue antes de hombres,
tus cubos mordieron el polvo
Madrigal de las Altas Torres.
Tú la cuna de Isabel, tumba
de don Juan fatídico brote:
cayó en Salamanca dorada
Y en Ávila, hoy, fúnebre corte.
Medina del Campo sueña
-cigüeñas, cornejas alborde-
el de César Borgia, ¡qué salto!,
San Juan de la Cruz que se esconde.
Cielo del águila bicéfala,
nubarrones llegan del Norte,
Maldonado, Bravo, Padilla.
Lutero a lo lejos responde.
Don Sebastián el encubierto,
el rey del misterio, el Quijote
de Portugal, ¡ay pastelero!,
Venías quien sabe de dónde...
Fray Luis de León, ojos, manos
se doblan la última noche,
quebrada la cárcel de carne,
Su mente al sereno se acoge
Castilla, Castilla, Castilla,
madriguera de recios hombres:
tus castillos muerden el polvo,
Madrigal de las Altas Torres,
ruinas perdidas en lecho,
y a seco, de ciénaga enorme.

Entre estos muros se respira la esencia de España, siempre a medio camino entre Europa, África y América, impregnada de mil culturas y civilizaciones, siempre tosca y ruda, pero bella, siempre en continuo conflicto de identidad, siempre vacía y sola, anclada en el pasado. Plagada de individuos geniales y de masas descontroladas. Siempre en conflicto consigo misma.

Pero no puedo olvidar que en estas tierras solitarias aprendí a ser yo...
Siempre hay una segunda parte, unos opinan que nunca fueron buenas y otros opinan que superan a las primeras partes, pero en este caso era casi imposible que la secuela no superara a su predecesora. Me estoy refiriendo a mi regreso a la vida social.
Tras el estado de secuestro en el que viví durante el verano, recuperé contacto con esa realidad que siempre tanto me ha gustado: las noches pucelanas, en la mejor compañía posible, Pili. Nuria es un encanto y la adoro, y siempre agradezco que se venga con nosotras de marcha, aunque quizá pueda sentirse un poco extraña, debido a la diferencia de edad y de ambientes, nunca mejor dicho.
Tengo que aclarar que mi desaparición durante los meses de verano fui exclusivamente por mi culpa, porque es mi responsabilidad elegir con qué clase de gente me junto. Mi situación del verano fue a todas luces un error, desde el primer momento, pero no quise verlo hasta que fue demasiado tarde, porque era más cómodo no oponerse a nada, no plantar cara a la situación, como hubiera hecho otras veces. En este caso, me dejé llevar por la desidia y el desafecto personal, por una carencia absoluta de autoestima, como castigo autoinfligido, por no sé qué clase de estúpido sentimiento de culpa que a veces me invade.
Por supuesto, dejo libres de este juicio a todos mis compañeros de piso y demás amigos, pues sólo tengo derecho a quejarme de mis extrañas elecciones en lo sentimental. Todo lo demás fue genial y lo repetiría sin ninguna duda. De hecho, tengo muchas cosas que agradecerles...
En este reencuentro con la vida social, cómo no, volví a mis bares de siempre. Mis bares de siempre a veces pueden resumirse en uno: el Testa.

Hay pocos bares tan cutres y mal olientes como
éste, pero tiene algo que siempre me hace estar a gusto. Supongo que será una mezcla entre el tipo de gente, la c lase de música y la bebida barata. Qué le vamos a hacer, la combinación es mortal. De hecho tengo que decir que la pobre Nuria es mucho más guapa de lo que aparece en la foto. Esos son los efectos del calimocho barato que se bebe en ese antro.
Todo ello, en un ambiente ahumado hasta la saciedad, con un nivel de saturación en el aire que hace que el vaho se condense en las paredes y el techo, chorreando como pringue repugnante, uhm..., delicioso...!
Con la dueña, Tere, Sudorosa para los amigos, y el camarero fascista, que siempre me he preguntado qué coño pintaba en un bar como el Testa... ¿Por qué no se va al Tintín? Porque seguro que allí no le aceptan por radical...Si a eso le añadimos ciertos elementos neutros que frecuentan el bar, con este pedazo de cara de capullo, por ejemplo, que babean por ver a unas chicas besándose... Uff, se me revuelve el estómago de acordarme. Pero me reí mucho, porque le di lo que se merecía, algo menos, quizás...
Se quedó a cuadros cuando le dije a la cara que se había acercado a hablar con nosotras sólo porqu
e se había empalmado al ver a Pili y Nuria besándose. Menudo mamón, machito de mierda, flipao de las fantasías lésbicas,... Ojalá leyera esto.
En fin. lo asombroso es que en esas circunstancias lo pasé genial, como antaño, como siempre. La misma mierda de siempre, pero al menos mierda conocida.
Tuve tiempo para ponerme al día con Pili y dar explicaciones de mi desaparición. La pena es que no pueda enviarle mensajes para que me siga la pista, y para seguir yo la suya.
Este post es para ella, para que sepa que no me olvido, aunque estemos un poquito lejos.
¡Muchos besos, cielo!
El día de la reunión de Erasmus de Valladolid, (por cierto, cosa más inútil no la he visto) el 22 de diciembre, volví a Pucela, para encontrarme allí con los amigos de siempre y comer juntos.
Para no perder las buenas costumbres, Armando, Chema, Pili y yo fuimos a comer al restaurante chino de la calle Santa María. Fue uno de esos encuentros en los que todo el mundo tiene muchas cosas que contar, porque a todos nos habían pasado muchas cosas recientemente, y el contacto en los últimos tiempos no había sido muy fluido.
Pili con su nuevo trabajo, en el parque tecnológico de Boecillo, en el que a veces explotan cosas; Armando también con trabajo y luciendo su nueva barba; Chema más guapo que nunca, con cara de haber visto mucho mundo junto en poco tiempo, en Berlín,...; y yo con una nueva relación y un montón de problemas acumulados por no resolver las cosas a su debido tiempo, como siempre.
Estuvimos charlando de lo humano y lo divino, con la pesadrez del tiempo que se escapa siempre presente. La comida fue pausada, algo secundario, cuando la intención era resumir más de tres meses de vidas distintas en cuestión de dos horas. Para aprovechar mejor, alargamos el postre con café y chupito... Como de costumbre.
Y no volvimos a estar juntos los cuatro, porque nuestras vidas cada vez se separan más por el trabajo, las parejas, las distintas ciudades,...
Espero que en Junio volvamos a vernos, en esta ocasión también con Agurtzane, que la echo de menos un montón. En Navidades sólo pudimos hablar por teléfono, pero tenemos que hacer algo juntas, como sea. ¿Qué tal ese Camino de Santiago? Nos está esperando...